Biblioteca Enrique Gil

Un romántico europeo

2_Las fake news de Enrique Gil

Exposición Un romántico en la construcción de Europa (2). 

Tras casi dos siglos de olvido —convertido en poeta menor provinciano, cuando no piadoso y meláncólico— al remove los velos del nombre y firma que nunca usó, del amor y de la fe que no profesó, del imposible retrato envejecido, aflora la personalidad atractiva de un autor inteligente y sensible, cuya mirada pervive entre nosotros.

El nombre

La posteridad parece burlarse del poeta, que firmó toda su obra ―desde su primer poema en 1837, Una gota de rocío, hasta su última carta desde Berlín en 1846― como «Enrique Gil».

Así se refieren a él sus compañeros de redacción y del Parnasillo, su hermano Eugenio, sus amigos cuando publican sus obras en 1873; e incluso, su madre, doña Manuela Carrasco, en el expediente para otorgarle una pensión, se refiere al hijo muerto como «Enrique Gil».

Fue el editor Mellado, al publicar El Señor de Bembibre en 1844, quien innovó la firma fake como Enrique Gil y Carrasco, con tanto éxito que ha perdurado. En esta web y en la edición de sus obras recuperamos la voluntad del autor: Enrique Gil.

 

 

El retrato envejecido

No se conoce ningún daguerrotipo de Gil, ningún retrato suyo en vida. La posteridad ha inventado su rostro a partir de tópicos, como el retrato de comienzos del siglo XX, con bigote varonil y aspecto de cincuentón rijoso.

Pero Gil se describe a sí mismo con vestido sencillo, rubia cabellera, ojos azules y frente despejada. El poeta Juan Carlos Suñén nos propone una nueva lectura icónica de Enrique como un joven de 28 años ―su edad cuando parte hacia Berlín, donde muere poco después―, de porte elegante, atractivo y dulce de carácter.

  

 

El primer amor

Otro rumor pinta a Enrique enamorado de Juana Baylina, a quien algunos llaman la musa de Gil. Nada más falso. Juana era una niña de 12 años en 1829, cuando Enrique se enamora de su hermano, Guillermo Baylina, nueve años mayor, el único amigo que le despide al pie de la diligencia cuando parte hacia Madrid.

La despedida será «el beso de la muerte», la tuberculosis que acabará con los dos: la misma enfermedad de doña Beatriz, personaje autobiográfico de El Señor de Bembibre.

Ya en Madrid, sabemos poco de su vida íntima en la que no hay ninguna relación femenina; Gil vela su homosexualidad, que suponemos intensa en su encuentro con el enamoradizo Humboldt.

 

GALERÍA: Las firmas de Enrique Gil

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