Biblioteca Enrique Gil

Martes románticos

09_Molinaseca en la pluma de Gil

Enrique Gil exploró detenidamente Molinaseca y la zona de Paradasolana y Valtejada en el verano de 1842, convencido de que El Castro fue la villa romana de Interamnium Flavium: “Una inspección más detenida del terreno nos ha dado una certidumbre moral de que el pueblo en cuestión no podía ocupar otro sitio”, escribe en Bosquejo de un viaje a una provincia del interior.

Enrique Gil dedicó muchos meses de su corta vida a recorrer El Bierzo, a patear sus caminos antes de que se inventara el senderismo: recorrió a pie el Valle del Silencio, ascendió a la Aquiana y Ferradillo y fue en caballería a Las Médulas; desde Ponferrada, donde vivía su familia, hizo muchas excursiones cercanas, por ejemplo al valle de Agadán, en Valdecañada, que años después recuerda a orillas del Rhin.

Dedicó mucho interés a los vestigios romanos en El Bierzo, visitando Bergidum y buscando la villa perdida de Interamnium Flavium, que orientó una de sus excursiones, en el verano de 1842, hasta Molinaseca, a donde llegó a pie vadeando el Boeza frente a la ermita de San Blas.

De esta jornada dejó constancia en la serie Bosquejo de un viaje a una provincia del interior (concretamente, en el primer artículo, Bergidum, escrito en agosto de 1842 y publicado en el diario El Sol, núm. 65, 2 de febrero de 1843), donde escribe: “Caminando a Molina Seca, se encuentra a la izquierda un sitio llamado vulgarmente El Castro, plantado en el día de viñedo, pero que pudo muy bien ser en otro tiempo la Interamnium de que nos habla el Itinerario. El cultivo de las viñas, que en todo el país es esmeradísimo, ha alterado algún tanto la forma rigurosa de cono truncado en cuya planicie debió de estar la población, pero todavía se conoce claramente.”

“La cualidad de interamniense o ‘entre ríos’, cuadra perfectamente a este terreno por hallarse situado entre el Boeza y Valtejada. Y últimamente, la distancia a que el Itinerario lo coloca de Astorga, puede ser muy bien la que conviene a nuestro propósito, pues si es cierto que por el camino actual median entre ambos puntos algo más de ocho leguas, no lo es menos, según todas las probabilidades, que la antigua vía romana no seguía la misma dirección sino la de Paradasolana, que a la ventaja de mayor suavidad y abrigo reunía la de ahorrar distancia, en cuyo caso parece natural que fuera ésta la que señala el emperador de treinta millas o siete leguas y media. Sentimos que semejantes conjeturas, en nuestro entender no desprovistas absolutamente de fundamento, no encuentren más sólida confirmación en algún monumento arqueológico que las diese mayor grado de consistencia; pero, de todas maneras, el objeto de este trabajo se lograría por entero si la curiosidad de los inteligentes se despertase y se corrigiesen en provecho de la ilustración general los yerros que en él se hayan cometido”.

Tenemos constancia de que Gil y Carrasco visitó personalmente y con detenimiento Molinaseca, Castro, Paradasolana y las Tejedas, porque en ese mismo artículo incluye esta observación, en la que deja constancia de su convencimiento de que El Castro fue Interamnium Flavium: “Noticias posteriores y una inspección más detenida del terreno nos han dado una certidumbre moral de que el pueblo en cuestión no podía ocupar otro sitio. Por una coincidencia singular, ningún cerro del Bierzo se apellida castro sino los que tuvieron población romana y esto confirma nuestra conjetura, amén de la raíz latina del nombre. (…) Y por último, una porción de personas respetables nos han asegurado haber visto varias medallas romanas encontradas en aquella eminencia y por nuestros mismos ojos hemos examinado piedras y sillares que, aunque mutilados por el tiempo, todavía hablaban de los edificios a que habían pertenecido.”

 

Bibliografía:

Bergidum, El Sol, núm. 65, Madrid, 2 de febrero de 1843 (ver imagen)

Viaje a una provincia del interior, Biblioteca Gil y Carrasco, volumen III, págs. 34-35.

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