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Mestre reinventa ‘El Señor de Bembibre’

El poeta e ilustrador villafranquino reinterpreta las imágenes originales de la novela para la nueva edición que prepara Valentín Carrera dentro de la Biblioteca Gil y Carrasco

CARLOS FIDALGO | PONFERRADA 29/01/2015

Imagínense un unicornio en las páginas de El Señor de Bembibre. Una exótica ave de las selvas sudamericanas posada sobre un árbol en la orilla del lago de Carucedo mucho antes de que se descubriera el nuevo continente. Imagínense una fusión del paisaje medieval y la ilustración romántica con el lenguaje del cómic, el collage y los recortables, la pintura religiosa y el surrealismo. Imagínenselo y descubrirán que detrás de todo se encuentra el trazo inconfundible de Juan Carlos Mestre.

El ilustrador y poeta villafranquino, Premio Nacional de Poesía y mención de honor en el Premio Nacional de Grabado, se atreve ahora con un clásico. Y lo hace por partida doble, porque la nueva edición de El Señor de Bembibre que prepara el escritor y periodista Valentín Carrera no sólo reproduce el ensayo Historia secreta de la melancolía, que Mestre escribió sobre Enrique Gil y Carrasco en 2004 junto a Miguel Ángel Muñoz San Juan, también incluye 21 láminas con la reinterpretación que el artista villafranquino hace de las ilustraciones originales de Zarza y Batanero para la primera edición de la obra (Madrid, 1844).

«Es una relectura descontextualizada. Un divertimento para mi amigo Valentín Carrera», reconocía ayer el ilustrador, una de las voces que en los últimos años ha reivindicado no sólo la modernidad de su paisano Gil y Carrasco, antecedente del romanticismo poético de Bécquer, sino la vigencia de El Señor de Bembibre, novela que considera «una pequeña obra maestra».

Mestre le ha dado la vuelta a las ilustraciones de Zarza y Batanero, que otro escritor berciano como Ramón Carnicer calificó en su día de «mediocres», hasta transformarlas en algo completamente distinto del modelo original. Lo explica el propio Carrera en la nota del editor que acompaña a la nueva edición de la novela, el número nueve de la Biblioteca Gil y Carrasco donde está reuniendo las obras completas del autor romántico. «A la manera en que Picasso reinterpretó Las Meninas, Mestre ha reinventado los ‘mediocres’ grabados del siglo XIX en una lectura visual sugestiva, plena de imaginación y fantasía». Carrera continúa. «En esta reinvención de El Señor del Bembibre, el alquimista Juan Carlos Mestre ha fundido sentimientos, artes, estilos, la nobleza, el amor, la poesía, unicornios recién salidos del ciclo artúrico, miniaturas de manuscritos medievales, el lenguaje del cómic y los recortables, el Beato, los ciclos de los meses en el Panteón de San Isidoro, la pintura religiosa, el surrealismo... ¡Mestre en estado puro!», explica entusiasmado el editor.

Juan Carlos Mestre, por su parte, no desdeña, ni mucho menos, las ilustraciones originales del pintor Zarza y el xilógrafo Batanero, al contrario de lo que hizo Ramón Carnicer, autor de un prólogo sobre novela convertido en un texto clásico que también incluye la nueva edición de Carrera. «Respondían al gusto de la época. Mostraban el mundo de los templarios como se veía entonces, que no había ni Wikipedia, ni Internet».

Completa la aportación desinteresada de Mestre a la nueva edición de El Señor de Bembibre el ensayo conjunto con Muñoz San Juan, publicado por primera vez en 2004. En Historia secreta de la melancolía, ambos enseñan a un Gil y Carrasco alejado de los convencionalismos, amigo íntimo del «revolucionario Espronceda», cuenta Carrera, y conectado a la corriente del liberalismo, que se había opuesto al absolutismo de Fernando VII. Un texto que ya se pregunta por los vínculos de Gil y Carrasco con la masonería y que dejaba entrever algunas dudas sobre su verdadera condición sexual, añade el editor. Un texto, en cualquier caso, donde Mestre y Muñoz San Juan defienden la importancia de la obra de Gil y Carrasco como antecedente del romanticismo poético de Bécquer, de la misma forma que Luis Cernuda y Ramón Sijé.

Escritor moderno

«La modernidad de Gil y Carrasco es incuestionable», decía ayer el poeta de su paisano decimonónico. Y lo es, además de por sus hallazgos poéticos o su labor como crítico teatral, que ha redescubierto Miguel Ángel Varela en un volumen anterior de la Biblioteca Gil y Carrasco por la novedad que supone El Señor de Bembibre, vigente en el bicentenario del nacimiento de su autor. Mestre no comparte la visión de la novela de Azorín, que en una cita famosa la denostó por su trama «infantil» y sus personajes «poco coherentes», a la vez que la elogiaba porque introducía el paisaje en la literatura española. El villafranquino, sin embargo, afirma que Gil y Carrasco hace algo más, y de ahí su modernidad. «Gil y Carrasco convierte el paisaje en un personaje», afirma.

Y esa reinvención del paisaje del Bierzo hasta «elevarlo a la categoría de persona», según Mestre, no está lejos del espíritu con el que el autor de La bicicleta del panadero se ha acercado ahora a la iconografía clásica de Zarza y Batanero para darle otra vuelta de tuerca a una novela que nunca se agota.

Ver en Diario de León

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