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Los restos de Gil y Carrasco, por Manuel Cuenya

De los restos de Gil en Berlín no quedan ni las farraspinas, escribe en La Nueva Crónica el periodista Manuel Cuenya.

Que los restos de Gil y Carrasco estén o no en Villafranca del Bierzo es algo baladí, de escasa importancia, aunque algunos crean que se trata de algo heroico, extraordinario, y hasta me tachen de iconoclasta, porque lo importante, lo esencial, me atrevería a decir, es que perviva su espíritu a través de sus obras, de la memoria impresa, que es en verdad lo que debería movernos a unos y otros. Por tanto, dejémonos de milongas y de monumentalidades, porque más allá de sus restos, de los cuales no deben quedar ni las farraspinas, convido a los presentes a releer su obra al completo y empaparnos con la fuerza romántica y viajera de su duende, que esta sí es una buena y sana manera de rendir homenaje y dar a conocer a un grande de nuestra literatura pasada, presente y futura, sobre todo ahora que se avecina su bicentenario.

Se sabe que a Gil y Carrasco lo enterraron en Berlín Oriental, en el llamado cementerio de Santa Eduvigis, y que éste quedó literalmente arrasado por el muro, con lo cual no debieron conservarse ni los huesos de nuestro ilustre literato. Pero el fetichismo, y la mucha imaginación, logran a veces lo imposible, o lo posible, porque la materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, y la materia gris de nuestro genio de las letras acabó misteriosamente en su tierra natal. Qué maravilla. En todo caso, y aun suponiendo y creyendo que esto fuera así, que los restos de nuestro héroe romántico hubieran sido rescatados de la tierra santa de Berlín y llevados a Villafranca del Bierzo, sigue sin cautivarnos, pues lo que queremos es reavivar la chispa de sus obras, darles vuelo, elevarlas a la categoría que se merece tal escritor. Por desgracia (es ley de vida, comentan), la gente se muere, nos morimos, que nadie va a quedar para cresta de gallo (dicen en mi pueblo), mas el creador de Bosquejo de un viaje a una provincia del interior seguirá vivo a través de su obra literaria, porque la obra, una vez construida, camina por sí sola, con independencia de su autor.

Me consta que el intrépido Valentín Carrera, quien en su día hizo lo posible por adaptar al cine la famosa novela ‘El señor de Bembibre’, está pergeñando la reedición de toda la obra de Gil y Carrasco, y eso me colma de felicidad, como debería enorgullecernos a todos los bercianos (y bercianas), a tantos cuantos creen y creemos en el poder de la palabra impresa, del verbo literario. Gran labor, la que quiere llevar a buen término el autor de El Viaje del Vierzo, porque de este modo logrará resucitar, una vez más, al villafranquino universal.

La Nueva Crónica, 2014

Foto: César Sánchez, iLeon

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