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La litografía

La verdadera historia del retrato inexistente, contada por Carlos Fidalgo en Diario de León

CARLOS FIDALGO 26/03/2015

José Romero González tenía una confitería en la plaza de La Encina de Ponferrada hace un siglo. En el obrador trabajaban seis personas y allí elaboraban dulces y chocolates y vendían frutas en almíbar y café torrefacto. Su padre había sido proveedor de la Casa Real y Pepe, como le conocían, todavía presumía de ello en las etiquetas de sus productos.

Pero José Romero quería ser pintor y apenas se ocupaba de la pastelería. No le interesaba la levadura, ni el azúcar, ni el caramelo, ni las frutas del Bierzo, y había dejado el negocio en manos de su esposa. De esta forma, se pasaba las horas en el desván de su casa, frente a un caballete y un lienzo, observando alguna fotografía para reproducirla con los pinceles, según recuerda su nieta Esther, a la que reñía cuando lo distraía de sus ensoñaciones.

Romero pintó algunos retratos fabulosos, como el del alcalde Isidro Rueda, al que conoció. Y sobre todo es el autor de un cuadro de Enrique Gil y Carrasco que aparece en algunas ediciones de El Señor de Bembibre y que muestra a un señor moreno, un poco calvo y de ojos oscuros, en contraste con las descripciones del autor como un joven de ojos azules o ‘garzos’ y pelo rubio o castaño claro.

Romero donó el cuadro al instituto de Ponferrada que lleva el nombre del escritor en 1934 y todavía hoy preside la sala de profesores. Hay quien piensa que la obra tiene mucho de invención. Y quien recuerda que Isidro Rueda, contemporáneo del escritor, le tuvo que hablar a Romero de la fisonomía del joven Enrique. El profesor Jean-Louis Picoche menciona además un medallón perdido, con una litografía que pudo servir de base a una ilustración que en 1908 reprodujo Diario de León, muy parecida al retrato de Romero, y a una fotocomposición posterior de Arturo González Nieto.

Tampoco faltan voces, sin embargo, que argumentan que el medallón es otra invención. Un asunto novelesco. Y tiene la historia todos los ingredientes de una trama de misterio; una litografía antigua, un pintor que no quiere ser chocolatero, y un cuadro que alguien rasgó con un objeto punzante en algún momento de desasosiego. Gil y Carrasco, como Cervantes, debe estar sonriendo en su tumba. Pero esa es otra novela.

Diario de León  
Ilustración: Cisne sin lago sobre creación original de Arturo González Nieto.

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